Para mí la cruz es un camino de vida, esperanza, ilusión y fuerza en esta vida de tantas distracciones, ocupaciones, responsabilidades, problemas y conflictos. Para mí, ver la cruz es alegría de encuentro con el Señor, de saber y sentir todo lo que Él dio por nosotros, para transmitirnos el Amor de Dios. Para mí, la cruz es un símbolo de lo mejor del ser humano y la posibilidad de un mundo mejor, para mi cuerpo y para mi alma. Para mí, la cruz es entrega, esfuerzo, compromiso, valor y espíritu de superación.
Por todo ello y por mucho más, te invito a asistir este domingo a participar de la eucaristía o que, si puedes, invites a alguien de tu familia o de tu círculo cercano de amistades, para que pueda también descubrir todo eso y mucho más, para que pueda conocer a Cristo, para que pueda saber del Amor de Dios, para encuentre el Camino, la Verdad y la Vida.
Muchas gracias por leer esta reflexión, basada en esa foto, en esa vista que pude contemplar hace unos días, frente a tantas distracciones y elementos por delante de mí. Agarrémonos a nuestras cruces de cada día y sintamos con más fuerza el Amor de Dios. Que nuestro Padre nos bendiga a todos.
En este blog, sólo expongo opiniones y reflexiones personales; sé que no estoy en posesión de la verdad, que la Verdad sólo es Cristo como expresión del Amor de Dios, y que todo lo demás son interpretaciones que le damos a las cosas, muchas veces con buena intención y otras que no la tienen. Como me dijo una buena amiga: "Esas son tus vivencias"; aquí están las mías, sin mala intención y sí de forma constructiva (creo yo).
¿Por qué la Providencia?
¿Por qué "la Providencia"? Hay muchas cosas que los cristianos católicos creyentes no solemos tener en cuenta, como que, frente a la importancia que algunos dan al destino, a lo que va a ocurrir, a querer controlar nuestra vida o que suceda lo que queremos que ocurra o que no ocurra, la Providencia actúa de forma inesperada, creando situaciones o acontecimientos que ni siquiera nos imaginábamos. Yo procuro tener en mi vida presente a la Providencia para aceptar quién y qué soy: una persona mortal y limitada, pero en continúo proceso de cambio y en camino.