¿Por qué la Providencia?

¿Por qué "la Providencia"? Hay muchas cosas que los cristianos católicos creyentes no solemos tener en cuenta, como que, frente a la importancia que algunos dan al destino, a lo que va a ocurrir, a querer controlar nuestra vida o que suceda lo que queremos que ocurra o que no ocurra, la Providencia actúa de forma inesperada, creando situaciones o acontecimientos que ni siquiera nos imaginábamos. Yo procuro tener en mi vida presente a la Providencia para aceptar quién y qué soy: una persona mortal y limitada, pero en continúo proceso de cambio y en camino.

28/9/17

Es culpa mía, como católico

No escribo este texto en nombre de nadie, ni represento a nadie, ni lo he consensuado con nadie, ni tengo autoridad moral, cívica o religiosa para escribirlo, no he sido ordenado; sólo soy laico o seglar, según se mire. Hablo solo en mi nombre, por mis vivencias, experiencias y conocimientos, con mi opinión, con mi verdad (no con la verdad), por la libertad de expresión que aún hay. Sólo soy –creo yo- un cristiano católico, apostólico y romano. Este texto sólo atañe a mi persona, no me refiero a nadie y entiendo perfectamente que nadie lo comparta.

Es culpa mía, como católico, que a un cardenal, por muy soberbio y “hueso” que lo era, de la Iglesia que yo también soy, le hayan quitado la calle con su nombre, a pesar del gran Monumento que dejó como recuerdo evangelizador de Cristo, que arruinó a la institución diocesana local por varias décadas, pero que dejó una hermosa estampa que sólo se puede comparar en conjunto con grandes monumentos, como el propio Vaticano o la Plaza de España de Sevilla, aunque sea más pequeñito.

Es culpa mía, como católico, que haya muy pocas familias que sigan esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús y que sigan a ese Monumento dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, como quiso aquel Cardenal, dándole vida, empezando por la Parroquia, que es el centro de referencia para acudir a ese lugar de encuentro con el Señor, de espiritualidad y religiosidad (en ningún caso, concebido para el “turismo” o la “cultura”).

Es culpa mía, como católico, que no haya evangelizado, que no haya sido fiel testigo del Amor de Dios, que no haya evangelizado y sido verdadero apóstol, durante estos 43 años de vida que llevo, para que en mi pueblo haya más presencia comunitaria cristiana en los Sacramentos y en la Oración, únicas ocasiones donde se refuerza la persona en Cristo y María, en la presencia del Amor de Dios Padre, y se entiende verdaderamente lo que es la comunidad cristiana, su servicio, entrega y compromiso.

Es culpa mía, como católico, no haber transmitido la suficiente fe, ante los necesitados, ante los míos, en mi entorno, para que vivamos en armonía y no se vean, como necesarios, las faltas de respeto a los difuntos, a los que, incluso torpemente y con soberbia, como “huesos”, lo que querían era acercar a los demás a Cristo.

Es culpa mía, como católico, que las nuevas generaciones, por mi falta de catequización para con los demás, apenas se preocupen de los valores del humanismo cristiano: vida, amor, fe, libertad, paz, caridad, piedad, misericordia, esperanza, alegría, sanación, sinceridad, sencillez, pureza, moralidad, respeto, hermandad, fraternidad, comunión, entrega, esfuerzo, valentía, sacrificio, humanidad y espiritualidad. Y que no adquieran la voluntad y la determinación de contagiarlos a otras personas.

Es culpa mía, como católico, que cada vez haya menos fe en este pueblo donde vivo y resido, menos religiosidad, menos espiritualidad y así cada vez se muestren más las tinieblas y la oscuridad.

Es culpa mía que, como católico, una vez más, se haya realizado un gesto que mata a Jesucristo y me haya quedado mirando. Pero mientras pueda, mientras mi Padre que está en lo alto me lo permita, yo seguiré haciendo lo que buenamente pueda por Cristo, mi única bandera, el Amor de Dios, pero ya sin colaborar en nada con las tinieblas, porque ya lo he vivido antes y no repetiré ese error.

Es culpa mía, como católico, haber perdido el tiempo tratando de acompañar a las tinieblas, a las distracciones y las cosas que procuran apartarnos de Dios, en vez de haber aprovechado ese tiempo para comunicar lo que sea sobre Nuestro Padre, para compartir su Amor y tratar de llegar a más almas y corazones que tanto Le necesitan. A partir de ahora, Te dedicaré más tiempo, Señor.

Seguiré tratando de compartir el Amor de Dios con todo el que quiera escucharme, aguantarme y soportarme, porque creo y defiendo en la libertad que nos ha sido dada;  invitaré a seguir construyendo el Reino de Amor, a acercar a la gente a las Sagradas Escrituras, al seguimiento a Jesucristo desde los Sacramentos y la Oración, con esperanza e ilusión que se comparte comunitariamente, en la Iglesia de la que somos parte los que queremos serlo.

Mientras y hasta el momento en que me reclames, Señor, perdóname, porque no sé lo que hago, por todos mis fallos y errores. Alabado sea el Señor, sea por siempre bendito y alabado. Y Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
Mario.