Admirada Ana, hermana en la fe:
Espero que este sábado 15 de febrero de
2020 haya sido, efectivamente, un día muy especial en tu vida, en la de tus
hijos y familiares, y en la otra vida de tu esposo. Hermosísimas las palabras
que te han dedicado y maravillosa la presencia de seres queridos, amigos,
allegados y demás personas que han querido acompañarte en la presentación de tu
primer libro.
Pero habría que reclamar una petición de
perdón de todos los que han faltado y también las de todas aquellas personas
que no han sabido apreciar uno de los grandes valores de tu vida: la transmisión
de la fe. Y curiosamente, esto también tiene una gran relación con el título de
tu libro: Benditas sean todas las palabras, todo el “ruido” y “jaleo”, todos
los esfuerzos, hechos, gestos y acciones por no guardar silencio y querer
transmitir tu fe, la fe compartida con tu esposo, la fe dada a conocer a tus
hijos y a todas aquellas personas que has podido a través de catequesis,
charlas, formaciones, reuniones y experiencias varias. Gracias, muchas gracias
por todo ese ruido, ese jaleo para dar y compartir vida.
Y este que habla lo hace con razón, como
la de haber estado cinco años de catequesis de Confirmación, con tu esposo y
contigo. En esta mañana, en ese acto, se me venían a mi memoria las catequesis
en el antiguo salón de la Parroquia de San José Obrero y luego, en el salón de
la casa parroquial de San Juan Bautista. Cuántos buenos momentos aquellos.
Muchas gracias, Ana, aunque te etiqueten sólo
como “buena persona” y con otros estupendos valores humanos y sociales, tú eres
por encima de todo ello, hija de Dios, seguidora de Cristo gracias a la
Santa Madre Iglesia, un testimonio de su Amor para con nosotros. Benditos sean
tus hijos, tus familiares y seres queridos, bendito sea tu esposo en la otra
vida y bendita sea tu alma. Los mejores deseos para con este libro y para con
todo lo que venga después, que Dios te siga bendiciendo con mucha fuerza.
Estas bienaventuranzas (Mateo 5,3-12) se reflejan en ti:
"Bienaventurados los mansos, porque ellos
heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos, porque
ellos serán llamados hijos de Dios".