Desde
la Iglesia Católica, de la que formo parte como creyente, quiero agradecer de corazón a todos aquellos hermanos y hermanas en la
fe que se esfuerzan por mostrar la universalidad de la Iglesia de la que
formamos parte, esa riqueza de dones, carismas, agrupaciones, acciones y
entidades que, desde diversas circunstancias y formas de entender el Mensaje
del Amor de Dios, procuran comunicárselo a los demás.
He
visto y tengo muy comprobado en perfiles de Twitter, como aquellos que se
centran sólo en una entidad, agrupación o carisma, acaban cayendo, por muy
importantes que se crean, por la propia soledad en la que se acaban metiendo
ellos. Sin embargo, aquellos que no solo difunden el “trocito” de Iglesia del
que forman parte, sino que además, hacen promoción de uno o más “trocitos”, de
actividades diocesanas que nos incluyen a todos, o de mensajes dirigidos a
todos nosotros, creyentes que compartimos a Jesucristo y la misión que nos
encomendó de dirigirnos a toda la humanidad (“Poneos en camino, haced discípulos a todos los pueblos y
bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”, Mateo 28,
19), seguirán creciendo y encontrando fuerzas y aliento para seguir
difundiendo su Mensaje.
Muchas
gracias de corazón a todos los que os animáis a seguir construyendo el Reino de
Dios con esa unión que Él nos pide como hijos suyos; y a aquellos hermanos en la fe que puedan leer este texto y que aún no
se hayan dado cuenta de la verdadera riqueza de la Iglesia, en nuestra
universalidad y multiplicidad de dones y carismas por la fe que contienen, les
ruego que se animen a compartir una o varias realidades de otros hermanos, a
conocerlas y difundirlas, para ser también más plena y profundamente Iglesia.
Muchas gracias por atender este mensaje y que Dios nos bendiga e ilumine a
todos.
Para
saber más (especialmente, desde el artículo 830):