En el siglo XX, creo que, frecuentemente, oía cómo nos definíamos los creyentes católicos; en las dos últimas décadas, quizá, no tanto. La definición era así:
Cristiano, católico, apostólico y romano.
Cristiano: Soy seguidor y testigo de Jesucristo.
Católico: Formo parte de la Iglesia Universal (= Católica) que Cristo comenzó.
Apostólico: Soy seguidor de los Apóstoles, de sus enseñanzas y vivencias.
Romano: Defiendo la centralidad religiosa en Roma, como fuente de inspiración y organización mundial, además de pura historia, arte y cultura.
Hay quien dice que “los creyentes, lo somos por ignorancia”. No es verdad. Si fuéramos ignorantes, ¿habría tantísima riqueza cultural y social como hay en la Iglesia, tanta diversidad siendo seguidores de un mismo Dios?
Porque yo pienso y practico que ser cristiano católico, apostólico y romano, también es ser (por orden alfabético)…
Cofrade: Lo soy tanto como mis hermanas y hermanos que también están comprometidos con la Iglesia.
Creyente: Creo en Dios Padre, en Dios Hijo, en Dios Espíritu Santo y en la Iglesia (y lo repito al menos una vez a la semana).
Cursillista: Soy un cristiano comprometido y perseverante con el seguimiento a Jesús.
Eclesial: La Iglesia de la que formo parte no es sólo una institución, una jerarquía, una serie de templos… Es, por encima de todo, un sentimiento del que yo formo parte con muchísimos hermanos.
Devoto: Lo soy tanto como mis hermanas y hermanos que también están comprometidas con la Iglesia.
Ecuménico: Todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios; entonces, los otros cristianos no católicos o no romanos (hay católicos orientales), también lo son.
Espiritual: mi fe tiene un componente trascendente que acepto gusto; procuro practicar la oración.
Evangelizador: “La Iglesia existe para evangelizar” (Pablo VI); yo no pierdo de vista esta intención.
Mariano: Se dice por ahí que, “para ser buen cristiano, hay que ser mariano” o que “el buen mariano es buen cristiano”. También lo intento y estoy convencido de que María es “el puente más grande” que tenemos más llegar a Cristo.
Misionero: Yo trato de llevar el Evangelio a otras personas.
Místico: Reincido en la necesidad de la vida espiritual.
Nazareno: Profeso la fe de Jesucristo, que nos enseñó a tratar a Dios como padre.
Peregrino: Estoy siempre en búsqueda, siempre en camino.
Religioso: La práctica religiosa de mi vida es una bendición para mí.
Romero: Lo soy tanto como mis hermanas y hermanos que también están comprometidos con la Iglesia.
Rociero: Lo soy tanto como mis hermanas y hermanos que también están comprometidos con la Iglesia.
…
Seguro que me quedan términos por usar. Muchas gracias por tu atención al leer este mensaje y que Dios nos bendiga a todos con mucha fuerza.