Que no se engañe nadie; es culpa de nosotros, los creyentes.
En estos dos años (no todos los meses de forma consecutiva),
en el rezo del Santo Rosario, en la Avenida del Santo Rosario, un lugar
concebido como catequesis para ir de María a Cristo, con el rezo de los
misterios gozosos, gloriosos o dolorosos (se hizo antes de la creación de los
luminosos), me han pasado varios momentos bonitos: una madre con sus hijas y
unas amigas vinieron a rezarlo también; unos cuantos miembros de un movimiento
diocesano se animaron a participar; me encontré con dos sacerdotes retirados
que comenzaban a rezar y compartí aquel rato con ellos…
Y este sábado 18 de febrero, he tenido un interesante
momento de reflexión. Tristemente, un lugar para la oración, para el rezo del
santo rosario, un lugar espiritual, para la reflexión y la meditación (aparte
del vandalismo), es usado principalmente para pasear al perro o perros que se
tengan.
Había un dueño de un perro paseándolo por los misterios
gloriosos, así que me fui hacia los gozosos. Y cuando estaba para comenzar el
cuarto, vi cómo se acercaba otro hombre con tres perros de tamaño grande, desde
el espacio del quinto misterio. Comprendo que el espacio es para los dos, así
que, sencillamente, seguí con mi oración, mirando frente a la capilla, pero sin
ocupar el paso; si él quería pasar, que pasara, yo no soy ninguna autoridad (ni
civil, ni moral, ni religiosa, ni nada), para impedirle el paso. Pero sin
embargo, unos instantes después, me llamó la atención que no pasara; miré hacia
mi izquierda y había desaparecido. Una señal de respeto le hizo retroceder y
marchar hacia otra parte, sin hacer ruido, ni molestarme.
No pude darle las gracias, así que quiero aprovechar para
hacerlo con este texto, por su respeto. Sin embargo, todo ello me hace pensar
que, si este espacio se deteriora, es precisamente porque los creyentes no lo
respetamos, como sí hizo ese hombre, en ese momento; no le damos el sentido a este jardín el uso para el que fue creado, no nos preocupamos de mantenerlo, de protegerlo, de
cuidarlo… Y ya va para 75 años.
Que no se engañe nadie: la dejadez de la fe, la falta de
testimonio, la escasez de que se note el Amor de Dios… Es culpa de nosotros,
los creyentes.
Gracias por leer esta reflexión personal basada en hechos
reales. Que Dios nos bendiga todos.
Foto del lugar, el camino entre el cuarto y el quinto misterio gozoso, en la Avenida del Santo Rosario, ya sin el hombre y los perros que, inicialmente, se dirigían hacia donde yo estaba.