Este
13 de marzo de 2018 ha sido el quinto aniversario del inicio del Pontificado
del Papa Francisco y, felicitándole, a él y a todos los que nos consideramos
Iglesia, porque nos sentimos parte de ella, vengo a recuperar una vieja
controversia que, por desgracia, no deja de escucharse de vez en cuando…
“A mí el que me
gustaba era Juan Pablo II”… “Qué desgracia tener a Benedicto XVI como Papa”… “Me
identifico con Benedicto XVI, pero no con Francisco”… “Qué gran Papa es
Francisco” (“pero no le hago ni caso”… esto último no suele decirse).
Igual pasa con
lo local… “A mí me gustaba Monseñor Amigo, por su cercanía y sencillez; paso de
Asenjo”… Y con los sacerdotes: “No voy a misa, porque no me gusta el párroco”…
E incluso dentro de los grupos parroquiales, los movimientos diocesanos y las
órdenes religiosas, cuando no estamos de acuerdo con quien temporalmente (pues
todos estamos temporalmente en esta vida), esté con las responsabilidades de
guiar y servir a los demás.
Y
quiero aclarar que, en todos y cada uno de los que menciono expresamente, no
han hecho ningún mal a nadie, sino que, sencillamente, es que no le gustan a la
persona que piensa aquello o que no está de acuerdo. ¿Por qué humanizamos la fe en vez de hacerla más trascendente?
La respuesta está lectura tan frecuente en los ciclos de lectura
del Evangelio: Primera Carta a los Corintios 1,10-17:
“Os ruego,
hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os pongáis de acuerdo
para que no haya divisiones entre vosotros, sino que conservéis la armonía en
el pensar y en el sentir. Os digo esto, hermanos míos, porque los de Cloe me
han informado de que hay discordias entre vosotros. Me refiero a eso que unos y
otros andáis diciendo: 'Yo soy de Pablo', 'yo de Apolo', 'yo de Pedro', 'yo de Cristo'... Pero, ¿es que está dividido Cristo? ¿Ha sido crucificado Pablo
por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre? […] Porque Cristo no me ha
enviado a bautizar, sino a evangelizar, y esto sin hacer ostentación de
elocuencia, para que no se desvirtúe la Cruz de Cristo”.
Según
mis vivencias, yo creo (puedo estar equivocado), que hago las cosas que hago
por Cristo, como Iglesia, porque creo que es necesario, sobre todo, cuando
nadie o casi nadie más las hace.
Le
pido a Dios la salud y las fuerzas para seguir adelante, como Iglesia, con más
conversión, profundizando en la fe (personal y comunitaria), y te doy las gracias
por tu atención al leer este mensaje. Que nuestro Padre nos bendiga y nos dé
mucha Luz de Cristo, con el Espíritu Santo, para compartir con los demás.
¡Felicidades y que Dios bendiga al Santo Padre!