Aún
te busco por el río, cuando acompaño a mi padre por la ribera. Cada vez
que me acerco a la orilla, intento ver si hay algo de aquella teoría por la que
te tiraron con mantas y peso para que te hundieras en el lodo. Un bulto grande
envuelto, un resto óseo... Algo que aporte un poco de consuelo a esa familia
que destrozó una persona que, más que tu príncipe azul, fue una bestia, sin
alma y sin corazón.
Me
acuerdo, como esta tarde, me acuerdo muchas veces cuando camino por allí, por
todo el esfuerzo que hizo el Cuerpo de Policía y otras instituciones. Yo sigo
pensando que la hipótesis del río es la más fiable, con toda esa inmensa
cantidad de lodazal a lo largo de tantísimos kilómetros.
Marta
del Castillo, seguro que tu alma está descansando en el cielo; somos los que
quedamos aquí los que estamos destrozados o desolados, por hasta dónde puede
llegar el sinsentido de aquellos que pierden la razón de lo más básico: El
respeto a la vida y a la dignidad de la otra persona. Y si se pierde ese
respeto, al menos hay que asumirlo, para dar muestras de algo de humanidad, aunque
sea muy poco. Pero hay algunos que parece que son sólo individuos, no seres
humanos.
Marta
en el recuerdo.
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