Hace 16 años, en 2008, yo viví la
experiencia del #cursillodecristiandadsevilla, una experiencia que se lleva
compartiendo desde principios de los 60, aquí, en San Juan de Aznalfarache, y
uno, que es de Iglesia de toda la vida, no sabía que esto se podía vivir aquí
también. Me invitó un amigo, un hermano en la fe, alguien más sabio que yo y me
dejé llevar por su consejo. Desde el principio, todo fue sorprendente: estar en
el pueblo (aunque mi padre me dejó en la puerta, con el coche), y estar como si
te hubieras ido a un lugar lejano y desconocido, en un salón grandísimo, con un
montón de gente a la que no conocía de nada (también había familiares de otras
personas que iban a participar en la experiencia). Y también estaba el que me
invitó, que pronto marchó de allí también.
Quien vive un cursillo y quien lo siente
de verdad, sabe que no se pueden contar muchas cosas de la experiencia, porque cada
uno es distinto, cada persona lo vive y le llega de una forma distinta, por
eso, contar la experiencia de uno es algo absurdo e inútil. Sí diré que todo
fue muy gozoso, que cada testimonio, cada rato compartido, cada ratito de
oración se vive de una forma más intensa, más profunda, más verdadera. Uno de
los comentarios con los que más me identifico sobre el cursillo es que “no es
una experiencia obligatoria para vivirla, pero sí es muy recomendable”, tanto
para personas de fe (o que se creen que la tienen), como para personas en
búsqueda, con inquietud por la vida o que quieran profundizar en conocimientos,
experiencias y sensaciones, entre otras muchas situaciones personales.
Esta semana es el cursillo de cristiandad Nº. 800 de Sevilla, un aniversario que es muy importante para nuestra archidiócesis (como muestra, nuestro propio obispo es cursillista, ha vivido la experiencia del cursillo de cristiandad, como ya lo hicieran D. Juan José y D. Carlos). Seguramente, también es muy importante para esos miles y miles de sevillanos, tanto de la capital como de la provincia, que lo han vivido y que también son cursillistas, como lo son en las últimas décadas, que quieren mejorar sus vidas, hacerlas más plenas, en unión a Dios y a sus prójimos, sintiendo el amor sincero y cercano, el que nuestro Padre nos tiene y el que debemos tener por los demás.
Pero este aniversario tiene un lado
triste: apenas tiene repercusión en la localidad de su propia sede y casa del
movimiento de cursillos de cristiandad, en San Juan de Aznalfarache. ¿Qué nos
pasa a los sanjuaneros, especialmente, a los creyentes, que no buscamos por
profundizar y aumentar nuestra fe? ¿Por qué no atendemos a esa demanda de los
evangelios de una conversión permanente? ¿Por qué no nos preocupamos de la fe
personal y de la de nuestros prójimos para que crezca, para sea comprometida,
para que nos acerque más al Amor de Dios, a nuestro Señor Jesucristo y a
nuestra Madre la Virgen María? Cuando tenemos la inmensa ventaja, la
hermosísima posibilidad de vivirlo sin salir de nuestro pueblo. Que Dios nos
perdone por no saber aprovechar las benditas oportunidades que nos facilita.
Muchas felicidades al Movimiento de
Cursillos de Cristiandad por estos 800 cursillos en el 75 aniversario de su
fundación (curiosamente, también el Recinto Sagrado al Corazón de Jesús, la
estructura monumental de la que forma parte su sede), está cumpliendo el LXXV
aniversario desde su inauguración). Que Dios les siga bendiciendo con mucha
fuerza.
Como dice el lema principal de Cursillos: De Colores. Y yo añado, siempre De Colores.